Rosas blancas como el armiño
En enero de 2003, la Fundación Provincial de Cultura de la Diputación de Cádiz organizó una exposición sobre las fotografías de Cecilio Sánchez del Pando y José Serrano Gómez en torno a los sucesos de 1933 en Casas Viejas. El siguiente texto ilustraba el catálogo de aquella muestra.
El 13 de febrero de 1933, el presidente del gobierno Manuel Azaña transcribe en su Diario: “Tengo malas noticias de lo de Casas Viejas. Me temo lo peor”. Efectivamente durante esos meses, y si recogemos sus apreciaciones sobre lo sucedido en Casas Viejas, nos damos cuenta como de un suceso al que [...]
al principio no se le dio ninguna importancia por su desconocimiento, terminó por ser una carga de profundidad que dañó irreversiblemente la viabilidad de su gobierno primero y pasó a engrosar la lista de argumentos de los enemigos de la II República.
Valga este preámbulo para señalar que el tema de esta exposición es de los que indudablemente atraen, y permitirá conocer mejor lo que sucedió en Casas Viejas, evitando y superando de una vez por todas las leyendas, mitos y habladurías. Eso será posible siempre que se consiga fijar la realidad histórica con la mayor objetividad posible.
Por otra parte, esta exposición tiene, sin duda, una clara vocación itinerante por nuestra provincia y será fácilmente exportable por la demanda e interés que despierta siempre el nombre de Casas Viejas. Y por ello, nuestra participación en la difusión de sus contenidos nos colma de satisfacción.
De forma recurrente, y últimamente más, se genera una polémica sobre si se debe o no hablar de la guerra civil o de acontecimientos luctuosos como los ocurridos en Casas Viejas. Nuestra opinión es que estos hechos guardan tanta importancia y trascendencia que no podemos ocultarlos, sino, muy al contrario, se deben discutir lo más posible, pues la vida de muchas personas y familias se vieron marcadas indeleblemente a partir de ellos, y siempre que el tratamiento sea desde un plano en el que quede fuera el resentimiento, el odio, o el rencor; sentimientos en los que fácilmente podemos caer por la pasión y el desgarro con que se vivieron esos periodos de la historia.
No se puede pretender nunca que estos documentos que se presentan se utilicen para ningún ajuste de cuentas, pues debemos entenderlos exclusivamente como documentos históricos que deben servirnos para que no se vuelvan a repetir hechos de esa misma naturaleza.
La visión de estos documentos que nos muestran la sinrazón, el dolor y la tragedia humana nos trae a la memoria aquella anécdota que recordaba Blas Infante cuando tras visitar la choza de Seisdedos recogió un rosal que trasplantó al jardín de su propio domicilio, y sobre el que los agoreros le vaticinaron que daría rosas rojas. Sin embargo, dio “rosas blancas como el armiño”, símbolo del mensaje de paz que según él le enviaba Seisdedos.
Rafael Román Guerrero
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