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Sobre las fotografías de Sánchez del Pando y Serrano

En enero de 2003, la Fundación Provincial de Cultura de la Diputación de Cádiz organizó una exposición sobre las fotografías de Cecilio Sánchez del Pando y José Serrano Gómez en torno a los sucesos de 1933 en Casas Viejas. El siguiente texto ilustraba el catálogo de aquella muestra.

Para situar brevemente esta colección fotográfica sobre los sucesos de Casas Viejas de 1933 en su contexto fotohistórico, debemos decir que la fotografía española —considerando como tal, la actividad de los fotógrafos que se exponía en los Salones y de la que se daba cuenta en los artículos y revistas especializadas— estuvo

durante la República estéticamente apegada a criterios antiguos y planteamientos pintoresquistas y folcloristas. Un tardopictorialismo perfectamente representado por la obra del fotógrafo José Ortiz-Echagüe, que, precisamente ese mismo año de 1933, publicó su primera colección, España, tipos y trajes, con la que pretendía indagar (con los postizos criterios estéticos de la pintura de Zuloaga, las cuidadas composiciones de los figurantes y las emulsiones nobles) en las esencias raciales y culturales de España. Una actitud intelectual más propia del regeneracionismo burgués de principios de siglo, que del momento republicano de conflictos, rupturas y novedades.

No obstante, este era también un momento de interesantes cambios en la técnica de la fotografía, como la mejora en los negativos de celuloide, iniciada con la comercialización de las películas Agfa de 100 Asa a partir de 1930 y la desaparición de los sistemas de fogonazo de magnesio para fotografías nocturnas y de interior y su sustitución por los flash de bombillas y pilas, fabricados por la casa Osram; mejoras que, como podemos fácilmente imaginar, por lo que suponían de mayor rapidez, economía de medios y versatilidad, representaron un impulso cualitativo para el reporterismo y el periodismo fotográfico.

Con la llegada de la República se produjo, en medio de sus tensiones y conflictos, un gran auge de la actividad social, política, cultural y periodística, apareciendo decenas de revistas que, naturalmente, propiciaron el desarrollo del periodismo gráfico, tanto en las antiguas revistas ilustradas, como Blanco y Negro o Nuevo Mundo, como en Estampa o Crónica, las nuevas revistas y de mayor incidencia durante la República.

Los reporteros gráficos de este periodo, generalmente con escasa formación técnica y cultural y en unas precarias condiciones (aún en 1930 sólo el fotógrafo Alfonso, en La Libertad, figuraba como redactor gráfico, contratado y fijo, en la prensa madrileña), se lanzaron enérgicos a la calle para suministrar las muchas imágenes que las publicaciones necesitaban y el público demandaba. Un inmenso fondo fotográfico, con el que hoy podemos recomponer iconográficamente muchos de los principales acontecimientos de la República.

Uno de éstos, el levantamiento anarquista de Casas Viejas y su represión, fue captado por varios de estos fotógrafos, entre ellos Cecilio Sánchez del Pando y José Serrano Gómez (algunas de cuyas instantáneas fueron publicadas en la prensa de la época) que, aunque realizaron su labor más como “reporteros de raza” que como “comprometidos testimoniadores”, nos legaron unas imágenes de mediana calidad técnica pero francas y directas, pura fotografía, de gran valor documental.

Cecilio Sánchez del Campo: aunque sus padres eran oriundos montañeses, era natural de Sevilla, donde nació en 1888, pasando a trabajar ya desde muy joven al puesto de carne que su padre tenía en el mercado de la Encarnación. Tras una breve estancia en Huelva regresa a Sevilla, dedicándose plenamente a la actividad del negocio familiar, aunque durante un cierto tiempo trabajó en una tienda de ultramarinos.

Parece ser que su gusto por las imágenes le vino simplemente por el deleite de contemplar las revistas ilustradas de la época, pero lo que fue definitivo para que entrase en el mundo de la fotografía, fue la amistad que a través de su negocio trabó con el fotógrafo, articulista, experto taurino e intelectual, Carlos Olmedo Carmona. Relación de amistad y consejos que terminaron haciendo que, en 1910 , Sánchez del Pando cerrara la carnicería y comenzase a recorrer, a los 22 años, el nuevo camino de la profesión fotográfica, primero asociándose brevemente con el retratista de galería José Arenas y después como reportero de la Revista Bética, donde se inició con un gran reportaje sobre las inundaciones de Sevilla de 1912. Tras lo que vendría una dilatada trayectoria como reportero gráfico de Sevilla y una larga relación de diarios y revistas donde esas fotografías se fueron publicando: Bética, El Liberal, La Hormiga de Oro, La Unión Ilustrada, Nuevo Mundo, El Heraldo y El Liberal de Madrid. Siendo importante señalar su labor como reportero en la guerra de África de 1921 y, dada su actitud durante la guerra civil y su adhesión al Régimen, sus trabajos fotográficos para el periódico falangista FE y para la Sección Femenina sevillana, pasando más adelante a trabajar en el diario Sevilla, a dirigir la Asociación de la Prensa y a ocuparse de las tareas administrativas de La Hoja del Lunes, hasta su repentino fallecimiento en 1950.

Otros aspectos interesantes de la vida y la obra de Cecilio Sánchez del Pando son su apego a los materiales y procedimientos fotográficos en los que se inició, (lo que le hizo trabajar casi siempre con medios “antiguos”: una cámara Erneman, placas 9X12 y luz de magnesio), sus vinculaciones con varias cofradías sevillanas, sus aficiones al flamenco y a los toros (campo en el que también destacó con sus reportajes) y su amistad, además de con su mentor Olmedo, con el fotógrafo Eduardo Rodríguez Cabeza, “Dubois”, (sobre todo, antes de que este se instalara profesionalmente en Cádiz, en los años treinta) y con Juan José Serrano, con quien no sólo compartió su actividad profesional en el reportaje de Casas Viejas.

Juan José Serrano Gómez, (de quien también sabemos, por las investigaciones del fotohistoriador sevillano Miguel Ángel Yañez Polo), nació en 1893 en la provincia de Ávila, en Arenas de San Pedro, pero siendo muy joven se trasladó a Madrid donde pronto empezó a trabajar en un obrador de pastelería, hasta hacerse, con el paso de los años, maestro pastelero. Posiblemente el contacto con el dueño de la cadena de pastelerías Niza, que era un gran aficionado a la fotografía, fue lo que animó a Serrano a coger una cámara y a degustar el placer en la captación de imágenes; algo que le debió llenar tanto personalmente , que le hizo dejar el oficio pastelero y pasarse al mundo de la fotografía , entrando como oficial nada menos que en el prestigioso estudio de Alfonso.

Iniciado en la mejor escuela del retrato clásico de gabinete y en la fotografía periodística, Serrano también trabajó con el jerezano José Campúa, prestigiosa firma de las fotografías que se publicaban en Nuevo Mundo y después en Mundo Gráfico, e incluso hizo de operador cinematográfico en unas filmaciones sobre toros de la productora francesa Pathé.

Precisamente este contacto profesional con el mundo de los toros y los toreros, unido al parecer a la influencia del torero Joselito, fue lo que determinó , en 1917, el traslado de Serrano a Sevilla. Aunque hacia 1920 , abrió un estudio fotográfico en el número 18 de la calle O’Donnell, Juan José Serrano nunca dejó de trabajar para la prensa, publicando sus fotografías en El Noticiero Sevillano, El Liberal, La Unión o Informaciones, no abandonando tampoco el gusto por la fotografía “de arte”, en cuya modalidad obtuvo en 1927 el Primer Premio en un concurso internacional celebrado en Córdoba y en 1929 la Medalla de Oro a la mejor cobertura fotográfica de la Exposición Iberoamericana, año en que firmó un contrato con el ABC de Sevilla. Durante la guerra civil Serrano desplegó en Sevilla, con la ayuda de su hijo, una enorme actividad fotográfica que le valió una Gran Cruz de Campaña , lo que le situó en la posición de reportero oficioso del Régimen durante años.

El material fotográfico que en su larga carrera usó Serrano para sus reportajes fue diverso: una Erneman clásica de 9 × 12, una Voigtländer de 6 × 9 e incluso, en ocasiones, otra cámara de formato 13 × 18; aunque en los últimos tiempos ya se cambió al paso universal.

Como su entusiasmo y actividad no decayeron, más adelante obtuvo otros reconocimientos públicos a su labor: en 1956, un Primer Premio por una colección fotográfica de la Semana Santa, en 1959, un premio de la Diputación de Ávila, en 1963, la Medalla de Oro al Mérito de la Información y algún tiempo después, la de la Federación Andaluz de Fútbol. Una larga trayectoria que se truncó con su fallecimiento en 1975, pro que ha sido continuada por una descendencia familiar de fotógrafos hasta nuestros días.

Rafael Garófano Sánchez

 

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